Las Siete Matricidas

Mi querida Mnica:
En la oscuridad y, como en El retrato de Dorian Gray, el tiempo te sobrepasa, de un modo intolerable. La vejez te acecha en la venganza hacia tu madre por no haberte deseado como hija... Al elegir no hacerlo, qued instalada en la ilusin de una juventud perpetua, dedicndose a lo nico que le produca placer: la danza, sin importarle nada ms. Y mucho menos t. Tu castigo fue emparejado por la traicin de su partenaire, que la abandona. Y aunque intentes detener el tiempo como lo deseaba ella en su falsa creencia, envejecers joven. La condena est en marcha e, inevitablemente, sers ajusticiada. Aunque te parezca escandaloso, pagars por el crimen.
Mi aorada rsula:
Es difcil para m poder explicarte, frente a las mil caras que me miran, tu reaccin. Imposible no hacerlo desde un lenguaje metafrico o hermtico. Lo intento a travs de los mecanismos de la poesa surrealista o la escritura automtica, ya que no encuentro otra manera. Te reconozco en tu constante espera, que se fund frente al paisaje de los fiordos, en tu estrechada Escandinavia.
Para poder ganarte la vida, te instruiste en la prctica del empleo ms antiguo de la humanidad. Imitando a las valquirias, demoraste la esperanza, para rescatarte del dolor y la soledad. Aunque gires esquivando el asesinato, es inevitable que el juicio llegue a cobrarte este balance interminable. Y mucho ms pronto de lo que imaginas, ya no tendrs ms crdito.
Querida Mara:
Cmo olvidar a mi amiga de la infancia. Estuve enamorado de ti, aunque nunca te enteraste, te avistaba en los veranos y me imaginaba, por lo menos, poder ver a mi vecina al menos una vez. Eras mi pasin imposible, la muchacha ideal que habitaba la casa de verano colindante a la de mi familia. Durante las vacaciones, viajaban desde la capital y te aparecas de repente. Recuerdo a tus parientes, obsesivamente religiosos miembros del Opus Dei. Tu presencia era inamovible, congelada y reprimida, cumpliendo al pie de la letra las reglas sociales y el modelo instaurado por el mandato familiar.
El casero me comunic, despus de tu regreso, que eres la madre soltera de los mellizos producto de una secreta relacin. Relat la historia y la vigilia detrs de ti, algo desconocido para m. Tu doble personalidad que discurre rechazando al ms enfermo y parte en dos a los mellizos. Lamento mucho que hoy est preso y condenado por su crimen. Honrando mi recuerdo, lo visit en tu nombre y me disculpo por haberlo decidido sin tu autorizacin. La curiosidad y la memoria de la relacin txica contigo pudo ms que yo. Te comento que convive cmodamente con sus pares en el ala ms amplia de la crcel, destinada a los enfermos mentales peligrosos. Y aunque ya no se acuerde de ti, te aseguro que es feliz y se ha hecho responsable.
Desamparada Cristina:
Perdida en la herida del abandono de tus parientes, te vaciaste en el goce de lo abierto. Por encima del desamparo consumado por tu padre y tu madre, no fue tan duro ser hurfana y tampoco lo fue para tu hermana. Ellos nunca haban sido amados. Te persigui, por mucho tiempo, el recuerdo fantasmal de tu madre biolgica. Disciplinada e imposibilitada de demostrar seales de afecto, y a quien odiaste tanto. Hoy reconstruyo tu mudanza a los Estados Unidos, en donde conociste a tu primer marido, con quien, regocijados en la fe, beban la copa de la castidad juntos apretados, sin tocarse. l era especial, repeta ese modelo inevitable de los padres abusivos, semejante a los tuyos. Tambin haba sido castrado.
Recuerdo cuando me comentaste que tuvieron escasas relaciones sexuales iniciadas por tu deseo incontrolable. Excepto en ocasiones especiales celebrando las fiestas navideas, en donde l comenzaba el juego amoroso. Al enviudar, ajustaste los apetitos ms perversos luego de doce aos del obligado sacramento. No pudiste evitar seguir la tradicin de tu madre conservadora